martes, 21 de octubre de 2014

Feminista por conveniencia


Últimamente anda muy de moda indignarse y armar una revolución ante cualquier situación que ponga a la mujer en una posición diferente a la del hombre. Y está bien, comparto la idea de que la mujer tiene el derecho y el deber de salir al mundo a conseguir sus sueños por sí sola y no a estar condenada, por su condición de mujer, a ser una esclava de casa en vez de ‘ama’ para mantener contento a su señor marido.

Pero seamos realistas: se nos está yendo la mano. A riesgo de ser atacada por una horda de feministas indignadas, debo decir que hay cosas entre hombres y mujeres que deben quedarse como están.

Y es que alterar el orden natural de las cosas puede resultar muy poco conveniente para nosotras. Siempre he sido de las mujeres que cuando quiere algo hace lo imposible para conseguirlo, pero en cuestión de conquista prefiero quedarme con el coqueteo y dejarle a ellos el resto. Valoro y agradezco el esfuerzo que hacen ellos a la hora de armarse de valor y tener la iniciativa de acercarse a una mujer, en serio. Pocas veces he tomado las riendas (impulsada por esta onda feminista) para acercarme al niño que me gusta, y debo admitir que es una tarea desgastante que requiere de paciencia que no tengo y de la agilidad mental para saber cuándo parar porque ahí no hay nada, agilidad que uso mucho más de lo que debería cuando insistir no me parece la mejor opción. Por eso mejor me sigo remitiendo a las sonrisitas picaras, las miradas sostenidas y otros cuantos truquitos que tengo bajo la manga para incentivar a los hombres a que tomen la iniciativa. Tarea que le va mejor a ellos que a nosotras.

Por otro lado, aunque muchas lo nieguen y compartan imágenes en las redes dejando por sentado que son auto-suficientes, independientes y libres; aunque se llenen la boca sosteniendo que nos son ni serán jamás posesión de nadie (algo que comparto) no pueden negar que hay algo mágico y encantador en la expresión “eres mía”. Nos gusta sentir que somos sus niñas, en el mejor sentido y que nos protejan de todo, y no está mal mujeres. Así como no hay nada de malo en que el hombre por iniciativa propia sea quien nos invite a comer o al cine o que nos satisfagan nuestros antojos, de hecho me parece encantador, siempre y cuando no sean esas mujeres que piden, exigen y si no les dan se quejan, en pocas palabras, mujeres mantenidas. No, ellos también merecen  que uno como mujer  los sorprenda, los consienta  y les de gusto.

Que nos pasen su chaqueta cuando tenemos frío, que no den el asiento , que nos sedan el paso al cruzar la calle, que nos defiendan, que nos cuiden, que sean atentos, caballerosos, que sean fieles a esos pequeños detalles propios de un hombre y ustedes mujeres, no intenten desequilibrar la balanza, déjenlos ser. No confundan feminismo con desfachatez, saber cocinar no las va a condenar a la esclavitud, y coger una escoba de vez en cuando tampoco hace daño. Somos bellas por dentro, pero no está de más serlo por fuera, no sean descuidadas con ustedes mismas que arreglarse el cabello, depilarse las piernas (y demás)  y ponerse algo de loción no va a hacer que retrocedamos a los años 20 en cuanto al poder de la mujer. 

El poder femenino no está en arrinconar, juzgar y condenar a los hombres para ser superiores. Consiste en ser lo suficientemente inteligentes, astutas y humildes para ir a la par con ellos.

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