Últimamente anda muy de moda
indignarse y armar una revolución ante cualquier situación que ponga a la mujer
en una posición diferente a la del hombre. Y está bien, comparto la idea de que
la mujer tiene el derecho y el deber de salir al mundo a conseguir sus sueños
por sí sola y no a estar condenada, por su condición de mujer, a ser una
esclava de casa en vez de ‘ama’ para mantener contento a su señor marido.
Pero seamos realistas: se nos está
yendo la mano. A riesgo de ser atacada por una horda de feministas indignadas,
debo decir que hay cosas entre hombres y mujeres que deben quedarse como están.
Y es que alterar el orden natural
de las cosas puede resultar muy poco conveniente para nosotras. Siempre he sido
de las mujeres que cuando quiere algo hace lo imposible para conseguirlo, pero
en cuestión de conquista prefiero quedarme con el coqueteo y dejarle a ellos el
resto. Valoro y agradezco el esfuerzo que hacen ellos a la hora de armarse de
valor y tener la iniciativa de acercarse a una mujer, en serio. Pocas veces he
tomado las riendas (impulsada por esta onda feminista) para acercarme al niño
que me gusta, y debo admitir que es una tarea desgastante que requiere de paciencia que no tengo y de la agilidad mental
para saber cuándo parar porque ahí no hay nada, agilidad que uso mucho más de
lo que debería cuando insistir no me parece la mejor opción. Por eso mejor me
sigo remitiendo a las sonrisitas picaras, las miradas sostenidas y otros
cuantos truquitos que tengo bajo la manga para incentivar a los hombres a que
tomen la iniciativa. Tarea que le va mejor a ellos que a nosotras.
Por otro lado, aunque muchas lo
nieguen y compartan imágenes en las redes dejando por sentado que son
auto-suficientes, independientes y libres; aunque se llenen la boca sosteniendo
que nos son ni serán jamás posesión de nadie (algo que comparto) no pueden
negar que hay algo mágico y encantador en la expresión “eres mía”. Nos gusta
sentir que somos sus niñas, en el mejor sentido y que nos protejan de todo, y
no está mal mujeres. Así como no hay nada de malo en que el hombre por
iniciativa propia sea quien nos invite a comer o al cine o que nos satisfagan
nuestros antojos, de hecho me parece encantador, siempre y cuando no sean esas
mujeres que piden, exigen y si no les dan se quejan, en pocas palabras, mujeres
mantenidas. No, ellos también merecen que
uno como mujer los sorprenda, los
consienta y les de gusto.
Que nos pasen su chaqueta cuando
tenemos frío, que no den el asiento , que nos sedan el paso al cruzar la calle,
que nos defiendan, que nos cuiden, que sean atentos, caballerosos, que sean
fieles a esos pequeños detalles propios de un hombre y ustedes mujeres, no
intenten desequilibrar la balanza, déjenlos ser. No confundan feminismo con desfachatez,
saber cocinar no las va a condenar a la esclavitud, y coger una escoba de vez
en cuando tampoco hace daño. Somos bellas por dentro, pero no está de más serlo
por fuera, no sean descuidadas con ustedes mismas que arreglarse el cabello,
depilarse las piernas (y demás) y
ponerse algo de loción no va a hacer que retrocedamos a los años 20 en cuanto
al poder de la mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario